EL HUÉRFANO
Isaac es el hijo del gran Abrahán. Los hijos de grandes hombres lo tienen siempre
difícil. Con frecuencia son hombres que están en el escenario de la vida pública, no en casa.
Sus hijos se sienten así huérfanos de padre. Leen en el periódico noticias sobre la relevancia
de su padre. Pero en la familia lo experimentan como débil. Es ahí donde se hace patente su
parte sombría. Cuando el padre encarna el arquetipo del peregrino, el hijo no encuentra en él
ningún apoyo. Se ve obligado a buscar a menudo otro hogar. En lugar de emprender también
él el camino, se refugia en normas o instituciones. Vive en su propia carne las sombras de su
padre. Los huérfanos de padre buscan en la religión sobre todo seguridad y satisfacción de sus
deseos infantiles por el paraíso perdido. Cuando yo contemplo a los jóvenes que acuden a
nuestros cursos juveniles, entre ellos se encuentran muchos huérfanos. Vienen con el
profundo deseo de encontrar definitivamente su hogar. Pero frecuentemente utilizan la
religiosidad para huir de la realidad, y no para afrontarla y cambiarla. Se ven reflejados en la
figura de Isaac. Isaac les permite también ver en sí mismos al hombre débil y encontrar un
camino para desarrollar su propia identidad masculina. Los huérfanos de padre buscan
hombres fuertes para poder apoyarse en ellos. Si consiguen dar con los hombres adecuados,
encontrarán su camino. Ahora bien, si se dejan dominar por ellos, correrán detrás de un Gurú
y se sentirán perdidos
Sigamos la Biblia. Isaac no va personalmente a buscar a su mujer. Su padre encarga a
uno de sus criados que marche al país de sus padres con el fin de encontrar allá una mujer
para Isaac. Trae a Rebeca para Isaac. Isaac «introdujo a Rebeca en su tienda, tomó a Rebeca,
que pasó a ser su mujer, y él la amó. Así se consoló Isaac por la pérdida de su madre» (Gen
24,67). Isaac estaba claramente muy vinculado a su madre. Rebeca fue para él la sustitución
de su madre. Esto es mortal para una auténtica relación entre hombre y mujer. La historia de Isaac muestra que no hubo una verdadera relación entre él, su mujer y sus hijos. Rebeca dio a Isaac mellizos, Esaú y Jacob. Del vientre materno venía primero Esaú, pero Jacob lo agarró fuertemente de su talón. De aquí que recibiera el nombre de Jacob (= el que retiene por el talón). Esaú era rubio y cada vez más velludo. Fue un hombre montaraz, un cazador. Jacob, por el contrario, permanecía en la tienda. Isaac prefirió a Esaú; Rebeca, a Jacob. Esaú, por tanto, era el hijo del padre y Jacob el de la madre. La Biblia dice que Isaac quería a Esaú porque le gustaba la caza. En mi opinión, sin embargo, Esaú es la sombra de Isaac. Isaac amaba en su hijo su propia sombra, es decir, aquello que él mismo no se permitió
vivir: lo salvaje, lo violento, lo indómito, lo fuerte y combativo. Rebeca, por el contrario,
amaba a Jacob, el hijo astuto e intelectual. Amando a Jacob, ella participaba de sus
habilidades, y utilizó a Jacob para lograr sus propósitos contra la voluntad de su marido
Isaac es un modelo para los «blandengues» que sufren por su falta de energía. El
hombre que se ve abandonado por su padre y que no encuentra ningún sustituto con el que él
pueda desarrollar su propia identidad, se orienta en su comportamiento hacia las mujeres.
Asume las normas de la mujer para su propia vida. También la sociedad se convierte para él
en madre sustituía. En lugar de configurar él mismo a la sociedad, la utiliza simplemente
como protectora para sus necesidades. Walter Hollstein piensa que, por razón de la abundancia
de «blandengues», nuestra sociedad ha pasado a ser «inmasculina y pseudo-maternal,
limitándose a garantizar protección, seguridad, empleo, reglas, control, vigilancia, tutela,
compañía y entretenimiento en medidas absorbentes Existen hoy muchos hombres huérfanos de padre. Sufren por no tener ningún padre que les dé seguridad. Están dispuestos a sacrificarse completamente por la empresa o por un grupo determinado. Pero ellos sacrifican también su propia fuerza. Les falta la energía masculina para gestar algo por sí mismos, para oponer resistencia a las tendencias de la sociedad. Como abuela, todo lo atraen hacia sí. Los huérfanos de padre se refugian frecuentemente en elpapel de víctimas.
Estandarte del Patriarca Isaac, la piedra del altar y la rosa de su madre Rebeca
Se sienten víctimas de sus padres y víctimas de la sociedad. Se niegan a
asumir responsabilidades para sí y para su vida. Pero cuando consiguen identificarse con su
papel de víctimas, pasan también a ser actores. En lugar de cuidarse por sí mismos, utilizan a
otros para satisfacer sus necesidades. Para poder entrar en contacto con su energía masculina,
los huérfanos necesitan padres. Sólo entonces brotará de ellos bendición para la sociedad.
Sólo entonces configurarán ellos esta sociedad, en lugar de dejarse determinar por ella.
Los huérfanos de padre se hieren una y otra vez a sí mismos. De esta forma, no disponen de la
fuerza necesaria para implicarse en el mundo y desarrollar nuevas ideas. Les falta el valor
para afrontar con gallardía los problemas. Se dirigen más bien por las expectativas de los
demás, para ser amados por el mayor número posible de personas. Nuestro tiempo necesita
hombres que encarnen en la debida forma las energías paternales y que posean el coraje de
ofrecer soluciones que realmente ayuden, aun cuando no encuentren siempre la aprobación
deseada.
Estandarte del Primogénito Esau, La piedra del sacrificio de su padre, pero coloca lanzas se siente robado, por su hermano y le odia, por lo que siempre buscara venganza.
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